¿Cuál es el ciclo de vida de una empresa?

Índice

Para un emprendedor, decir que su negocio es como su hijo no es sólo una expresión de afecto. Así como ocurre con una persona, una empresa nace, crece, alcanza su máximo potencial y finalmente llega a su declive. Cada etapa de su desarrollo trae consigo retos distintos, por lo que, para tomar las mejores decisiones, es importante entender cuál es el ciclo de vida de una empresa.

Abrir una empresa siempre será una apuesta rodeada de incertidumbre, tanto si logra despegar como si no. Un estudio publicado por el INEGI en 2019 revelaba que la vida promedio de una empresa en México es de 7.8 años. Cuatro de cada diez negocios que existían cinco años antes habían cerrado sus puertas para esa fecha, y la mitad de los negocios en funcionamiento se pusieron en marcha durante el mismo periodo.

Es un ambiente por demás dinámico y retador, donde más allá del giro del negocio o la tendencia del momento, gran parte del éxito que puedas obtener se basa en tomar los pasos correctos según tu etapa de desarrollo. Para identificar dónde se encuentra tu empresa, veamos con más detalle las fases del ciclo de la vida de una empresa.

Etapas

Concepción

El germen del ciclo de vida de una empresa. Si bien no hay una empresa establecida para este momento, es importante resaltar la importancia de una planeación adecuada, previa a la puesta en marcha. Ningún negocio ha aparecido de la noche a la mañana y el tener un planteamiento sólido antes del primer día puede ser la diferencia entre una larga carrera o un fracaso prematuro.

Tener una idea millonaria es sólo el primer peldaño para tener un emprendimiento exitoso. Antes de pensar en hacer inversiones o registros de propiedad, es crucial definir el modelo de negocio, el mercado potencial, la oferta de valor y las posibles fuentes de financiamiento. Habiendo validado la viabilidad de tu idea, es momento de llevar tu proyecto a la realidad.

Nacimiento

En la etapa de nacimiento, la empresa se constituye de forma legal y se adquieren las primeras oficinas o puntos de venta. Es aquí donde aquel diseño hecho en servilleta o la idea loca después de unas copas finalmente se concretan en un negocio formal.

Pasados los festejos por la inauguración, los primeros días de una empresa son un camino cuesta arriba. Es una época de deudas y números rojos, con bajos índices de ventas y alto costo de producción. El obtener financiamiento para poder operar será un reto constante y, más allá del balance general, lo que interesa en este momento es dar a conocer el producto o servicio que ofrecen para generar demanda.

Dada la escala reducida de operación, esta etapa es el momento perfecto para innovar y mejorar sobre la marcha. Siendo un equipo pequeño en un ambiente aún informal, las decisiones pueden ser tomadas con mayor velocidad, viendo qué estrategias o productos funcionan mejor y adaptando la operación a los movimientos del mercado.

Manejar el riesgo que implica la alta inversión inicial requerida sin tener un flujo de capital asegurado es algo para perder el sueño. Es un proceso desgastante que casi tres cuartas partes de las nuevas empresas no logran superar. Por ello, es necesario entender a detalle la dinámica del mercado que se busca atacar y desarrollar estrategias eficientes de publicidad que den a tu producto la visibilidad necesaria para empezar a crecer.

Crecimiento

Para este momento, tu negocio ya tiene tracción. Tus ventas empiezan a crecer de forma cada vez más acelerada y tu producto ya cuenta con el interés del público. Sigues atendiendo a un mercado de nicho, pero viene siendo hora de dar el siguiente paso. Se acabó el tiempo de buscar inversiones y ventas a amigos y familiares. Ahora hay que hacer que el negocio se consolide.

Lo primordial en esta etapa es dar a tu producto un posicionamiento robusto y ampliar tu cartera de clientes. Aquí juega a tu favor el ya poder bajar los precios al público por economías de escala, así como pensar en reinvertir las ganancias en la mejora del producto una vez que se alcancen balances positivos. Desarrollar una imagen de marca reconocible y abrir nuevos canales de distribución facilitará el acceso a usuarios potenciales para asegurar un flujo de ingresos creciente.

Recuerda que para este momento los cambios pueden alcanzar un ritmo vertiginoso. El tamaño de las operaciones puede hacer necesarias nuevas contrataciones para cubrir las necesidades de la empresa o incluso pensar en expandir tus oficinas. Es un proceso orgánico donde todo escalamiento debe ser sostenible y acorde a la realidad del negocio.

Madurez

¡Felicidades! Supiste sortear los retos, los reveses y las tentaciones de tu época de crecimiento. Ahora cuentas con una estructura empresarial sólida, ventas estables, una fracción del mercado asegurada e ingresos suficientes para mantener tus operaciones. En pocas palabras, lo has logrado.

La meta de cualquier negocio es tratar de mantener este nivel de operación el máximo tiempo posible. Alcanzar la madurez significa que has demostrado ser un competidor serio en el mercado, por lo que ahora debes defender tu posición. Asegurar precios competitivos, diversificar tu mercado, agregar valor a tus productos y ganar clientes a la competencia serán factores clave para apuntalar el éxito obtenido.

Lo cierto es que a partir de aquí las emociones de los primeros días comienzan a decaer. Ya no hay un crecimiento sustancial, las tareas se vuelven más complejas y todo posible cambio de estrategia implica riesgos más altos para tus stakeholders. Por lo tanto, tu empresa debe demostrar resiliencia ante las exigencias del entorno y adaptabilidad para generar valor de forma constante y competitiva.

Declive

Bien dicen que lo único constante en la vida – y en los negocios – es el cambio. Es ilusorio creer que una empresa podrá permanecer competitiva por siempre, y reconocer el momento en que esto deje de ser así es crucial para llevar todos tus años de esfuerzo a buen término.

La etapa de declive es el principio del fin. Ahora tu empresa ya no tiene la ventaja competitiva ante nuevas opciones en el mercado o preferencias en el público que se alejan de tu modelo de valor. Tus ventas empiezan a caer, los beneficios disminuyen y ese cómodo umbral de rentabilidad que habías alcanzado en la madurez poco a poco se va perdiendo.

Es un periodo de decisiones difíciles, donde una modificación en el producto o una guerra de precios pueden desencadenar altos niveles de competencia, fusiones e incluso quiebras. Adoptar estrategias erradas o cruzarse de brazos ante la adversidad orillará a la empresa a abandonar el mercado y liquidar sus recursos. Sólo una reinvención certera que atrape nuevamente al público podrá hacer que el negocio reviva y se mantenga relevante por más tiempo.

Es importante hacer evaluaciones constantes del desempeño del negocio y ser certeros en la toma de decisiones, manteniendo la cabeza fría tanto en momentos de crisis como de bonanza. La señal de una buena administración es saber en qué etapa de vida se encuentra tu empresa y actuar acorde, entendiendo los retos a los que te enfrentas y desarrollando planes de acción para las necesidades del momento. Ahora ya conoces el ciclo de vida de una empresa, dinos ¿en qué etapa se encuentra la tuya?

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